Muchos dicen que desde que se ha reducido la Gran Final se
ha perdido parte de la esencia. Esos momentos de escuchar el fallo del jurado
ya casi amaneciendo. Esos recuerdos seguro que lo tienen guardado muchos de los
que piden que la final vuelva a ser de 16 agrupaciones. Pero… ¿realmente esa es
la esencia de las finales?
Una final debe ser algo especial, eso está claro, y se
tienen que meter las mejores agrupaciones, pero siempre tiene que tener algo
que haga preferir una final a una semifinal por ejemplo. Y sé que a muchos,
estos últimos años, ha habido semifinales que le han gustado más que la propia
final. Que una final sea buena o no, no pasa por que haya 12 agrupaciones en
vez de 16, sino que se cree una atmósfera especial en el teatro, y que las
agrupaciones que canten ese día, vayan a la batalla con todo, y no con la
sensación de que llegar a la final es un premio y simplemente van a disfrutar
de la noche.
Eso en parte puede ser el lado negativo de las semifinales,
o de meter menos agrupaciones en la final, que se dé lo mejor del repertorio en
semifinales para asegurar la final, y tal vez haya letras que se escuchen y que
no sean mejor que las escuchadas en semifinales, o incluso en cuartos de final.
Súmenle también el hecho de poder repetir parte del repertorio, lo que puede
hacerse monótono. Aunque yo estoy a favor de repetir cosas en la final, pero ya
indagaré más en eso otro día.
La cuestión es que la esencia de la final no se basa en el
número de las agrupaciones que entran en la Gran Final, sino en lo que hacen
las que pasan. La esencia de la final es escuchar algo nuevo y que impacte, que
quede en la memoria de los aficionados, como aquel “Con permiso buenas tardes”
de Los Piratas, “Esta letra quiero que la canten” de Los Acuarelas o “Me han
dicho que el amarillo” de La Familia Pepperoni. La esencia de la final es un público
entregado y ese aroma de decir… es la gran noche.
¿Piensas igual o tal vez no?
También puedes leer:
A favor de repetir letras en la final.
7 pasodobles que no se cantaron en la final.
Antonio Martín Vs Juan Carlos Aragón
Review: Gran Final 1998 (Parte 1)
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Un tema muy discutido en los últimos años, qué duda cabe.
ResponderEliminarUna final claramente no pierde su esencia al disminuir el número de agrupaciones que entran, pero si el nivel de los últimos años es más alto, siempre hay un par de agrupaciones que quedan fuera y que merecían tanto o más estar en la final como las premiadas.
Lo de repetir repertorio en la final, lo entiendo por parte de la agrupación, ya que les quita trabajo a la hora de memorizar nuevas letras, pero es algo que es posible que le quite encanto al asunto de la gran noche, ya que la gente al haberlo escuchado ya hacen cualquier cosa menos mirar la tele, en vez de estar totalmente pendientes de la final desde que empieza hasta que se dicta el fallo de jurado.
Al ser el nivel el que es, y sólo haber 3 plazas para la final, también entiendo que echen toda la carne en el asador en semifinales, aunque no lo comparto ya que no existe una gran final, sino 3 grandes semifinales.
De acuerdo con todo lo que dices, menos con lo de repetir letras en la final... Ya me contarás por qué piensas así y a ver si logras convencerme jeje
Sin más, seguiré comentando tu blog pa' darte un poco el coñazo.
POETAAA POETAAAA! (8)
Mi humilde opinión: si las agrupaciones llevasen un repertorio inédito a la final sería un aliciente más... No obstante, creo que el encanto de la final no tiene por qué perderse dependiendo del número de agrupaciones. Si nos remontamos a finales de los años 80, participabann muchas más agrupaciones que ahora, y se repetían repertorios, y eran unas finales encantadores. Opino que el cáncer de la final es que se ha puesto al servicio de la televisión, que es la que marca los tiempos... Por ejemplo, si el publico está calentito después de una actuación, esos larguísimos tiempos de espera a los que nos obliga la tele, MATA EL ESPECTACULO... Creo que ese es el quid de la cuestión.
ResponderEliminarUn cordial saludo de un aficionado y gracias por dejar que podamos expresar nuestra opinión.